DÍA DE LA PAZ
Además de pintar y recortar la paloma de Picasso, de recitar poemas y cantar canciones
sobre la paz, de proclamar manifiestos y salir en procesión, hemos de relajar
las tensiones musculares de nuestros niños y jóvenes, ablandar sus
ojos, devolverles a una respiración más profunda, vivir el
trabajo cotidiano "sin prisas... y con pausas".
También hay que pacificar los curriculums,
los horarios, las metodologías.
Las caras de los educadores
han de ser espacios
de paz,
espejos transparentes
de un alma serena, pacificada
y enamorada de lo que hace. No se
trata de abordar la paz "porque toca" sino
"dejarnos tocar por ella", aquí, ahora en cada
instante, siempre.
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